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La Serena, IV región, Chile

Capítulo VI Inteligencia Emocional y delito

Dentro del saber criminológico se ha especulado mucho acerca del origen de la criminalidad, se ha ensayado posturas muy divergentes e incluso contradictorias acerca de este punto, y al parecer ninguna de ellas ha permitido comprender a fondo las raíces de las conductas delictivas. Esto ha traído importantes consecuencias en cuanto a un insuficiente sistema para tratar y controlar el crimen. Es así como se ha buscado múltiples respuestas para este asunto, todas ellas insatisfactorias, porque en definitiva nunca han sido válidas para todo el universo estudiado.
Para empezar, voy a recapitular brevemente sobre el modo en que funciona el cerebro, según lo descrito en el Capítulo IV. Quedó demostrado que el cerebro está formado por dos mentes que se conectan, pero que al mismo tiempo son relativamente independientes. Ya quedó claro que el sistema límbico es un sistema que actúa normalmente en situaciones en que las emociones son muy intensas; y que este mismo es frenado, por decirlo de alguna manera, por el sistema neocortical, cuyo principal componente es el lóbulo frontal. También quedó demostrado que las anomalías o carencias, tanto en el nivel límbico como en el cortical, pueden desencadenar consecuencias graves a escala emocional, y por lo tanto, interpersonal y social.
Los estudios sobre inteligencia emocional también consideran que, a nivel biológico, hay diferencias entre las personas consideradas normales y las que tienen “tendencias desviadas”; estas diferencias, según estos estudios, se encuentran a nivel cerebral. La explicación es que en determinados entornos, por repetición constante, por imitación de pautas de conducta, por carecer de elementos que ayuden a establecer relaciones sanas con el ambiente y con las demás personas, etc. algunos individuos aprenden sólo una cantidad limitada de respuestas a ciertos estímulos, produciéndose una atrofia de las conexiones nerviosas. Estas respuestas generan en muchos casos problemas de relaciones interpersonales; así como también, y como es natural, manifiestan funcionamientos cerebrales que no son óptimos ni acordes con las exigencias de la vida en sociedad. Pero estas atrofias no son irreversibles, sino, aunque el mecanismo está a nivel cerebral, puede introducirse un cambio incluso en ese nivel con reeducación, con procesos más o menos complejos según el daño y el tratamiento aplicado.
Siguiendo las investigaciones que detectan en alguna anomalía del funcionamiento del cerebro el origen de tendencias y conductas desviadas, entre ellas las conductas delictivas -y teniendo particularmente en cuenta que se trata de investigaciones respaldadas por centros de estudio de autoridad mundial, y por profesionales especialistas, como neurólogos y psicólogos, entre otros- se puede concluir que, efectivamente, algunas tendencias y conductas desviadas tienen su origen en problemas a nivel de las estructuras cerebrales, pero esto de ninguna manera es aplicable al total de los casos, y menos aún significa suponer que estas anomalías no tengan solución; y que por lo tanto, no cabe el tratamiento de estos casos. Las causas para problemas de origen biológico en la comisión de conductas delictivas, pueden ser una lesión a nivel cerebral, ya sea producida por un accidente, una intervención quirúrgica mal practicada; como también el excesivo o insuficiente funcionamiento hormonal, etc. Muchas de estas causas pueden ser tratadas con fármacos, terapias, o con un reentrenamiento de las facultades lesionadas o perdidas, dentro del cual cabe el entrenamiento con las herramientas que da el saber sobre inteligencia emocional.
Todo lo que señalé acerca de la estructura cerebral hace pensar, en una primera lectura, que adhiero a las corrientes que atribuyen al delito una causa de origen biológico, lo que es verdad y no es verdad al mismo tiempo.
Para adelantar sobre puntos que más adelante voy a desarrollar, quiero dejar establecido que según mi particular punto de vista, la comisión de delitos puede estar influida por una serie de factores, que en cada caso pueden ser coexistentes, por lo mismo, creo que el tratamiento de las personas que han cometido éstos, debe ser distinto según cómo esos factores se hayan comportado en el caso específico.
Otra de las causas esgrimidas para explicar el delito es una socialización insuficiente o deficiente. La expresión socialización insuficiente, usada por la criminología, tiene relación con “la habilidad social”, que es un término empleado en psicología con bastante frecuencia para explicar ciertas conductas o ciertas omisiones en este plano, que pueden acarrear problemas de relación, tanto interpersonal, como social, cuando se carece de ella.
Me ha llamado la atención los avances de la psicología que dieron origen a la elaboración de la tesis de la inteligencia emocional, y que pueden ser aplicados en muchos ámbitos para mejorar la calidad de vida de las personas. La vocación que me hizo escoger esta profesión, me obliga a utilizar estos conocimientos en mi área, y dentro de ella, en una parte del Derecho que no está del todo resuelta, como es la prevención de los delitos, pero no sólo con un fin académico, sino como una forma de acortar la brecha que existe entre Derecho y Justicia.
En otra parte de este trabajo, aparecen, aunque no con el mismo nombre, otras dimensiones de la inteligencia emocional, según mi perspectiva; se trata de un tema relativamente nuevo, conocido globalmente como la ética del cuidado.
Con estos y otros medios se puede elaborar nuevas formas de prevención. La teoría no está diseñada específicamente para la prevención de delitos, aunque cuando ha sido aplicada de manera experimental sobre ciertas “poblaciones de riesgo” , sus efectos también han incidido en menores tasas de criminalidad . La razón es simple, lo que propone son cosas de sentido común, pero que pocos nos damos el tiempo de analizar, y menos aún de poner en práctica en nuestro cotidiano vivir. Uno de los principios básicos consiste justamente en dedicar tiempo y energía a la introspección, el tiempo que se aplique a aquello nunca será desperdiciado, salvo que alguien considere que su vida y su bienestar son menos importantes que otras cosas que ocupan gran parte de su paso por este mundo. ¿Cuántas personas se habrán detenido, por lo menos alguna vez en su vida, para preguntarse quién soy, qué cosas me hacen feliz, para qué estoy vivo? Las que lo han hecho, seguramente ya no se siguen definiendo en función de sus propiedades y/o las de sus cónyuges, sino que se han enfrentado a sí mismas y se han descubierto en cuanto a sus virtudes y defectos, y de ahí a corregir lo que no está bien; descubren de la misma forma, que ya no es de vida o muerte ir al supermercado o al gimnasio, y que ver a los ojos a sus hijos hace perder la noción del tiempo y de la prisa… Una vez leí por ahí que si uno es tímido, puede jugar a imaginar a las personas desnudas, de esa forma es más fácil ponerse en un plano de igualdad con alguien a quien se le teme, y el temor desaparece. Pensar que las personas con quienes nos relacionamos alguna vez fueron niños o niñas, probablemente nos ayudará a darles un trato más humanitario.
Estas son cosas de sentido común, y sin embargo, pocos hemos reparado en que en general los que han cometido delitos también han sido niños, y normalmente en pocos casos alguien en su infancia se dio el tiempo de mirarlos a los ojos para algo distinto que para castigarlos. Que pocos han tenido la suerte de contar con una cama digna donde dormir, que muchos son hijos de personas más ocupadas de esculpir sus cuerpos en un gimnasio que de cultivar sus relaciones filiales en un parque. A algunas de estas personas nunca en toda su vida se le ha brindado una palabra amable, ni cuando eran niñas ni menos cuando se convirtieron en delincuentes. Para muchos debe resultar difícil sentir compasión por un delincuente, pero así como uno no se debe definir por las propiedades que ha adquirido, ellos no se definen sólo por un ámbito de sus vidas, son personas por encima de todo, y la vida es una sola para negarles esa condición. Claro que es difícil sentir compasión por un delincuente, así como para él ver como personas a individuos que nunca lo han tratado como tal. Si existe el propósito diario de percibir a los demás como personas en todas sus dimensiones, y si se actúa permanentemente según ese propósito, con seguridad las familias se construirán sobre valores como el respeto, la confianza, la solidaridad, la participación, la lealtad, la responsabilidad. Y serán agentes multiplicadores de los mismos, sobre todo de la convicción de que la responsabilidad por la forma en que funciona la sociedad es de todos.

1.- Distinciones

La inteligencia emocional puede ser una herramienta útil de prevención de delitos por varias vertientes, ya sea con la intencionalidad de aplicarla a este fin específico, ámbito en el cual cabe destinarla para prevenir el primer delito, o inserta en políticas públicas tendientes a la rehabilitación de personas que ya han delinquido. Por otro lado, los promisorios resultados que ha arrojado la aplicación de sus principios en otros campos, parecen augurar que sus postulados hacen parte de una tendencia creciente, y por lo tanto, también es posible convertirla en uno de los ejes centrales de políticas públicas y privadas destinadas a mejorar las condiciones en que vivimos todos en esta gran comunidad.
Es así como la inteligencia emocional, aplicada en distintas organizaciones que se han prestado para el estudio de sus beneficios, ha rendido los resultados esperados. Un ejemplo de ello han sido diversas empresas que han puesto en práctica sus postulados teóricos y han aumentado su productividad en términos monetarios, han mejorado notablemente en niveles de satisfacción de sus trabajadores, han disminuido los niveles de angustia entre los mismos, así como también han visto como los niveles de estrés entre el personal ha decaído de una manera importante. Por otro lado, sus beneficios se han verificado en jóvenes a los cuales se les ha practicado seguimientos con objetivos específicos, desde niños, en centros educacionales extranjeros, basados en principios de inteligencia emocional.
En el Capítulo IV definí la emoción, expuse cómo funciona el cerebro humano y mostré los contenidos de la inteligencia emocional. Todos los elementos de la IE son más o menos conocidos por nosotros, por lo tanto, sólo queda ponerlos en práctica.
Recapitulando, la IE puede ser utilizada en forma generalizada, porque contiene elementos que no son difíciles de conseguir, están todos dentro de cada uno de nosotros, sólo resta ponerles un poco de orden, y mucha voluntad a este cometido.
En otro capítulo señalé que para prevenir las conductas delictivas hace falta recursos que no tienen costo monetario, los que quedaron expuestos en el Capítulo IV son algunos de ellos. En lo que se refiere a la prevención de delitos, hace falta un poco más: que exista un grupo de personas que crean en esto y se den a la labor de implementarlo, para ello es necesario un equipo organizado comprometido en enseñar estas herramientas en todos los niveles según los objetivos que se quiera conseguir. Sigo ignorando los costos monetarios, porque sé que existen esas personas comprometidas capaces de destinar parte de su energía sin esperar retribución.
Antes señalé que esta tarea puede ser abordada con el propósito de prevenir un primer delito, campo en el cual, según mi parecer, son muy importantes: la familia, como la organización por antonomasia ocupada del bienestar de sus integrantes; y los profesores, como representantes de los centros educativos, y que tienen una autoridad tal, que en ocasiones con una frase pueden cambiar el destino de sus alumnos, con mayor razón aún cuando son modelos que muchos de nosotros hemos seguido. Ambas entidades tienen mucho tiempo y oportunidades para hacer de sus niños y niñas personas inclinadas al bien y al altruismo, que son incompatibles con conductas que dañen a los demás.
También hay trabajo a la hora de rehabilitar a quienes ya hayan cometido delitos; y creo que es obligatorio buscar alternativas distintas a las que existen actualmente; me refiero a las que dicen relación con aumentar penas, penalizar más conductas, etc. Estas medidas no han dado resultados ni en nuestro país ni en otros. A través de este estudio creo que ha quedado claro cuál es la tendencia que sigo, y no voy a ahondar más en ello.
En las siguientes líneas voy a exponer una historia.
2.- Juan Carlos Delgado

Juan Carlos Delgado, “El Pera”. Esta es la historia de un niño español, narrada por el cineasta de Alicante Miguel Albaladejo, y que dio lugar a la película “Volando Voy”.
“Apodado “El Pera”… llamado Juan Carlos Delgado. Esta es la historia de un chaval que no encuentra su sitio en el mundo, o que no encuentra un oponente que le comprenda y le quiera; es un niño desesperado, que vive con amargura, porque no sabe canalizar su hiperactividad. La cinta cuenta las vivencias de un niño que a los once años tenía registradas 150 detenciones, entre otras cosas, por conducir autos para robar y huir de la policía, hasta que un juez le envió a “La Ciudad de los Muchachos”, en Leganés, Madrid, y su estancia en este centro le cambió la vida y le permitió reinsertarse en la sociedad.
Su infancia se desarrollaba a finales de los años setenta en Getafe, un municipio periférico como tantos otros de Madrid, de obreros. El sueldo de su padre era insuficiente para alimentar a su familia, compuesta por cinco niñas, Juan Carlos, su padre y su madre. Él iba al colegio, pero se escapaba siempre. Amedrentaba, robaba, maleaba por las calles con sus colegas, todos mayores que él, algunos con 20 años. Pero él era el líder. Nadie conducía como “El Pera”. Todos sus planes salían bien, robar era su manera de gritar esperanza. “Yo no entendía por qué la gente tenía abrigos buenos, coches, bicicletas y yo no. Yo era un chorizo. Creía que todo era mío, por eso cogía las cosas prestadas”, dice ahora con sorna a sus 36 años, después de dar varios sopapos a la muerte, esa que ya llamó a filas a todos sus compañeros de fatigas, drogas o cárcel mediante. ¿Fuiste niño alguna vez? “El Pera” duda. “Yo creo que sí, al menos hasta los seis. Ahí me convertí en adulto”, responde.
A los seis años cometió sus primeros robos en un campamento juvenil. A los ocho, amedrentaba al barrio y los alrededores en busca de bicicletas y todo aquello con un poco de valor. Las tiendas y los coches eran su objetivo a los nueve. A los diez comenzó a asaltar bancos. “Siempre con las armas descargadas. Era su norma”. A los 11 tenía ya 150 antecedentes policiales. “Vivía al filo de la barbarie”, dice ahora.
El teléfono suena una noche cualquiera en la casa de los Delgado, un segundo piso alquilado de la calle San José de Calasanz. Es la Guardia Civil, pregunta por los padres de Juan Carlos, su padre se viste y va a la comisaría de Leganés, resignado. “Era incorregible. No sabíamos qué hacer con él. Yo les decía a los policías que tenían que hacer algo con mi hijo, pero era menor. Ningún castigo servía. Le compré una vez un balón y me prometió que iba a ser bueno, pero a los dos días ya estaba otra vez”, dice Juan, ahora jubilado. Alguna vez, lleno de rabia, les llegó a escupir a los agentes: “Ojalá os lo encontréis algún día muerto”. “Fueron cinco años de lágrimas en el café del desayuno, de gritos a la hora de la cena, de cuchicheos en el barrio. Mira, por ahí anda “la Pepita”, la madre de “El Pera”. Una familia destrozada, no había solución. “Yo entonces hubiera sido feliz con que se convirtiera en una persona normal. Obrero, electricista, me daba igual, pero que fuera normal. Sus profesores del San José de Calasanz le recuerdan como un “líder nato, uno de esos chicos que tenía que ser el jefe”. Repitió varios cursos. Conchita, todavía profesora en el colegio, le tuvo como alumno en una clase especial para chicos revoltosos, potenciales delincuentes. “Estaba desnutrido, con el pelo revuelto. Era listo. Apenas sabía leer, pero siempre quería repartir los cuadernos. Le daba codazos a sus compañeros para que le dijeran qué cuaderno era el suyo”, dice con la sonrisa en la boca. “Nosotros pensábamos que era imposible rehabilitarlo. Robaba coches e iba a toda velocidad por el barrio. Como era tan pequeño, no se le veía”, recuerda.
Un día, después de una detención, el comisario ordenó que les raparan a todos la cabeza, para dejarles marcados. Un sacrilegio a sus melenas, marcas de tipos chungos. Aquello no se le olvidó. Un día, le levantó el coche al comisario, que tenía aires de “dandy” y le llamó horas después: “No busques tu coche. Está en el Cerro de los Ángeles. Lo he quemado”. La venganza se mascullaba en las volutas de humo, cielo arriba.
Hasta que un día, cuando Juan Carlos tenía 11 años, apareció Alberto Muñiz, que dirigía el CEMU, La Ciudad de los Muchachos de Leganés, un Centro Experimental para chicos desahuciados, huérfanos y delincuentes para los que los correccionales se quedaban pequeños. Alberto, el “tío Alberto” como le llama Juan Carlos, le cogió de la pechera y suavemente, sin grandes broncas, le hizo ver la luz al final del túnel, aquella que a 200 por hora no habría logrado siquiera intuir. “Era un niño de 11 años con mirada de 20 y vida de 50”, recordaba Alberto en el libro que se publicó sobre “El Pera” en 2002.
Alberto confió en él. En “La Ciudad”, en cuya garita de entrada hay todavía un poema clavado en la pared con las palabras “Puedes confiar en mí” subrayadas, le dieron cariño, se sentía parte de algo grande, fuera de la delincuencia, y Alberto le dejó hacer lo que mejor sabía hacer: conducir. “Alberto fue mi Dios en la Tierra”, asegura ahora Juan Carlos. Iba a clase, aprendió un poco de todo y sobre todo, siguió pisando el acelerador, hasta que con 21 años se proclamó campeón de España de Fórmula Renualt. Por el retrovisor ya no había agentes de la Benemérita , siquiera había ya retrovisor. La metamorfosis imposible de un pillo incorregible se hacía realidad.
Repantigado en un sillón del CEMU, donde ahora sigue trabajando y viviendo, “El Pera” enumera sus numerosos trabajos actuales. Es piloto probador de coches, colabora en diversas publicaciones de motor, participa en programas de radio y de televisión especializados en automovilismo y pertenece a la Junta Directiva de la CEMU en la que colabora activamente.
Ahora en su barrio, ya jubilados, donde sigue oliendo a pueblo y los menús valen seis euros, todos recuerdan al muchacho de mirada pilla y pinta de desahuciado. Él se sigue dejando caer por casa o va al Bar Salamanca, donde suele parar su padre. “Era un trasto, a su familia la traía loca”, recuerda un vecino. Otro, habla de cuando, aun conociéndole, atracó a los invitados de la boda de una prima suya. Algunos comentan las trampas que hacía jugando con los cromos de muy chiquitín, o los avatares con su “novia-madre” Begoña, 20 años mayor que él, y a la que llegó a pegar por “habérsela jugado” un día.
Hace pocos años conoció en el circuito de Barcelona al Director General de la Guardia Civil, Santiago López Valdivieso, al gran jefe del circo policial al que trajo en jaque décadas atrás. Nada más verle, “El Pera”, con esa chulería del castellano convertido en castizo por los aires capitalinos, le espetó: “Yo sé quién es usted, pero usted no sabe quién soy yo”. Valdivieso quedó desconcertado. Pidió que le investigaran. Horas más tarde, Valdivieso se le acercó: “Ya sé quien es usted. De pequeño ha sido un niño malo”. Y cosas de la vida, se convirtió en su asesor personal y comenzó a dar clases de conducción evasiva a miembros del Instituto Armado”.

3.- Factores protectores

En este apartado del trabajo analizaré distintos ámbitos desde los cuales se pueden hacer los aportes, pero para adelantar, creo que la reeducación a nivel de padres ya es un paso importante para crear familias más proclives a tener hijos con menor inclinación a cometer actos que en términos de algunos se consideran desviados. La educación institucional también participa en gran medida en la formación de las personas, por lo cual, lo que pueda aportar en cuanto a desarrollo de habilidades sociales también es importante, dentro de este punto haré algunas observaciones al sistema escolar chileno. El entorno social, que incluye los puntos anteriores, pero que también abarca otros actores, me parece también determinante a la hora de prevenir.

A.- Familia
Mucho se ha escrito acerca de lo determinantes que son las vivencias de la infancia en las formas de enfrentar la vida adulta. Empezando por Freud, se ha concluido que las experiencias sufridas en la primera edad marcan de una forma indeleble las psiquis de las personas. Puede que algunos refuten esta afirmación, y digan que es posible revertir los efectos nocivos de una infancia dolorosa y carente, lo que yo también postulo, o que las experiencias de esta edad no tengan mayor relevancia en la conducta adulta, pero si de alguna manera esto ha sucedido, ha podido ser con la ayuda de un entorno facilitador de experiencias “positivas”, o aún faltando esto último, por una madurez de la persona que se ha visto menoscabada en su niñez de una u otra manera, resiliencia se llama a esta capacidad; “cualidad excepcional, equivalente a una “elasticidad emocional”” . De todos modos, el componente habilidad emocional está presente. Lo otro que se puede argumentar es el azar, pero este último sólo se manifiesta positivamente cuando una persona que se encuentra con él es capaz de usarlo en su provecho, lo que también es una señal de buen manejo a nivel intelectual y emocional.
De cualquier manera, lo lógico es considerar que si la familia crea condiciones de bienestar psicológico, lo más probable es que sus integrantes lleven una vida relativamente sana, dejando de lado cualquier opción que signifique una agresión a su entorno, como lo sería la comisión de algún acto reñido con la ley.
Según Daniel Goleman, hay muchos estudios que señalan que la forma en que los padres tratan a sus hijos tiene una incidencia profunda y duradera en el desarrollo emocional de los mismos. Esto se manifiesta más claramente cuando los padres son emocionalmente inteligentes, lo que es un gran beneficio en sí mismo, y también es susceptible de probar por propia experiencia.
Desde luego, cabe mencionar que los programas de salud pública desde un tiempo a esta parte ya están promoviendo la lactancia materna -y no sólo como una manera de procurar una alimentación más sana y económica, entre tantos otros beneficios científicamente probados en el nivel de salud física- por los probados beneficios a nivel de apego o vínculo hijo-madre. Y el mismo sistema de salud chileno, por ejemplo, sostiene que mientras más prolongada sea la lactancia materna, hasta aproximadamente los dos años de edad del lactante, mayores son estos antedichos beneficios. El propio contacto físico de un hijo con su madre ya es bastante provechoso para ambos; si su madre está conciente y motivada a generar un vínculo afectivo en el momento de la lactancia y en general, en todos los momentos que pase con su hijo, con mayor razón va a producir un efecto positivo en la formación del menor. Lamentablemente, esta lógica relación de afecto y bondad de la naturaleza, no encuentra aún suficiente acogida.
Otra conducta que también es de reconocido beneficio para el grupo familiar y sobre todo para un recién nacido, es la presencia de su padre en el proceso del parto, y mejor aún, una presencia activa en el desarrollo de su hijo mientras se encuentra en el vientre y en edades tempranas de su crecimiento. Esta conducta está siendo promovida a nivel mundial, y Chile no se ha quedado atrás, implementando esta posibilidad incluso en las maternidades públicas; aunque esta implementación es ocasional y poco comprendida.
Existe un modelo de padres en el que se encuentran los que aprovechan la oportunidad de “entrenar emocionalmente” a sus hijos. Toman los problemas con seriedad y tratan de entender lo que le preocupa a los hijos y así ayudarlos a encontrar formas positivas de alivianar esos sentimientos negativos. Para que estos padres puedan ejercer eficazmente el papel de mentores emocionales, es necesario que cuenten con los rudimentos básicos sobre inteligencia emocional, este conocimiento básico se refiere principalmente a la adecuada interpretación de los sentimientos propios y/o ajenos. Y es más que claro que para establecer relaciones de todo tipo es necesario conocer qué siente un individuo respecto a una determinada relación. Este es el punto de partida, cuando se está bien afinado en el conocimiento de los propios sentimientos y los de los demás, viene el segundo paso que es la empatía, cuyas primeras lecciones vienen dadas desde la infancia, cuando los padres son capaces de sintonizar con los sentimientos de los recién nacidos. El impacto de la paternidad inteligente está ampliamente estudiado, cuando los padres son emocionalmente expertos, comparados con los que no cuentan con preparación adecuada, sus hijos se llevan mejor, se muestran menos tensos en sus relaciones y son más afectivos, tienen mayor capacidad para serenarse frente a los conflictos e incluso se preocupan con menor frecuencia, consecuencia natural de tener más armas para enfrentarse a los problemas que se les presentan. En el plano biológico, estos niños son más relajados y tienen niveles más bajos de hormonas del estrés y de otros indicadores fisiológicos de la excitación emocional. En el campo social, estos chicos cuentan con la simpatía de los demás, caen mejor entre sus pares y son considerados más hábiles socialmente por sus profesores. En el campo cognitivo, son más capaces de concentrarse en tareas específicas, y por lo tanto son, como alumnos, más eficaces. En resumen, las ventajas de ser hijos de padres “bien entrenados en el plano emocional”, se extienden a otros planos que el meramente afectivo. “Esto exige una “educación para la vida”, es decir: para aprender a vivir, en vez de una educación para ganarse la vida” .
Los niños que durante su infancia han recibido dosis apropiadas de aprobación y estímulo de los adultos, esperan con normalidad el éxito en sus tareas y, en general, en los desafíos de la vida. En cambio los que se crían en lugares negligentes o caóticos, frente a las mismas tareas y desafíos, se comportan como si desde antemano ya esperasen fracasar, normalmente se avergüenzan y mantienen una visión derrotista de ellos mismos y de la vida en general, estos niños son los que con frecuencia se retiran tempranamente de la escuela.
La tarea de los padres, entonces, comienza tempranamente, sus actos pueden fomentar en los niños confianza, curiosidad y placer por aprender y la comprensión de los límites, todo lo cual ayuda a tener éxito. Un informe del Centro Nacional para Programas Clínicos Infantiles , demuestra que el éxito escolar no puede ser pronosticado por la habilidad precoz, para leer, verbigracia, sino por parámetros emocionales y sociales, por ejemplo, ser un niño seguro de si mismo, mostrar interés, dominar los impulsos, seguir órdenes e instrucciones, pedir ayuda, expresar las necesidades, etc. En general los niños con rendimientos bajos a nivel escolar carecen de uno o más de estos elementos. La disposición de un niño para aprender depende del más básico de los conocimientos: de cómo aprender.
Según este informe, los elementos clave de esta capacidad son los siguientes:

  • Confianza: En el control del propio cuerpo, lo que le rodea y el mundo. La sensación del educando de que lo más probable es que tenga éxito y de que los adultos se van a comportar amablemente a su respecto.
  • Curiosidad: La sensación de que conocer y descubrir cosas nuevas es una experiencia positiva que lleva al placer.
  • Intencionalidad: Según ésta un niño busca producir un impacto en su medio, para lo cual actuará con persistencia, y lo que le da la sensación de competencia.
  • Autocontrol: De las propias acciones. Un niño competente comprende qué control es el que debe imponerse según su edad.
  • Relación: Capacidad de comprometerse, en la seguridad de ser comprendido y de comprender a los demás.
  • Comunicación: Es la capacidad y el deseo de intercambiar verbalmente sentimientos, ideas y conceptos con los que le rodean. Esto a través de la confianza que los demás le inspiran.
  • Cooperatividad: Capacidad de equilibrar las propias necesidades con las de un grupo del cual participa. Lo cual tiene una especial importancia ética.
    Hay, en cambio, otro grupo de padres que no cuentan con herramientas que les permitirían brindar a sus hijos una adecuada formación de habilidades emocionales, Goleman destaca tres estilos o tipologías de padres incompetentes emocionalmente:
  • Los que ignoran los sentimientos en general: Estos padres tratan los problemas de sus hijos como triviales, y como si deben esperar que se resuelvan por si mismos. Los momentos estos que pueden servirles para acercarse a sus hijos, son desaprovechados por este tipo de padres.
  • Los que se comportan de forma liberal: Estos padres se dan cuenta de los problemas que enfrentan sus hijos, pero no intervienen, dejándolos resolver solos y diciendo que las formas de sus hijos de enfrentarlos, sean cuales fueren, son siempre adecuadas. Normalmente recurren a la negociación o al soborno para suavizar las perturbaciones.
  • Los que no respetan los sentimientos de sus hijos: Son los padres que típicamente desaprueban las conductas de sus hijos, recurren frecuentemente a duros castigos y nos los dejan expresar manifestaciones de ira.

Tendencia hacia la agresividad
Ya ha quedado expuesto el rol que juega la habilidad emocional en la formación de los niños. Ahora el punto es determinar de qué manera se puede educar a una persona para creer con certeza que va a tener problemas conductuales que más tarde podrían significar aislamiento social. La agresividad, que para algunos es innata y tiene que ver con la necesidad de conservación; para otros, entre los que me cuento, es consecuencia de una precaria formación en el plano de las habilidades afectivas.
En otras palabras, según mi opinión, la agresividad es una conducta aprendida, cuyas primeras lecciones son dadas por el entorno que rodea a un menor. Y a modo de ejemplo, si un niño reclama atención y en vez de brindarle ésta de una manera que satisfaga sus necesidades, se le responde sistemáticamente con insultos y/o golpes, para él queda la lección de que frente a las cosas que incomodan hay que actuar de maneras agresivas, pues si sus padres le han mostrado siempre ese ejemplo, el niño no tiene posibilidad de aprender que hay múltiples formas de enfrentar los problemas. Por otro lado, un niño que es ignorado, también va a tener la propensión de actuar violentamente, pues esta es una forma de atraer la atención de los adultos, ya sean estos sus padres o profesores, lo que lejos de disminuir la agresividad, la va a aumentar, pues si el niño ha necesitado llegar a esos extremos, está la manifestación clara de que sus padres en el futuro tampoco van a responder de una forma adecuada en el plano de la habilidad emocional, lo que va a redundar en un sinfín de desencuentros con los adultos.
Estas formas de actuar son las que desembocan en una actitud constante hacia la agresividad como modo de relación.
Otra forma de fomentar la agresividad es la severidad en el trato de los infantes, en especial cuando es arbitrariamente aplicada. Esta arbitrariedad se da por varios motivos, los cuales operan generalmente al mismo tiempo en los padres. Hay algunos que no se ponen de acuerdo en la forma de educar, por ejemplo, uno es más severo y el otro con más tendencia a dejar hacer; o en ocasiones los padres reaccionan frente a un comportamiento de un chico, más movidos por sus sentimientos del momento que por lo que realmente haya hecho éste. En fin, hay múltiples formas de crear un niño pendenciero, la mejor manera de evitarlo es a través de una educación con intención en la que el niño tenga la seguridad de que es escuchado, comprendido, valorado, etc. Y por otro lado, la consecuencia en el modo de educar también da certeza al niño, en cuanto a que frente a determinadas conductas suyas, sus padres se comportarán de una manera predecible; lo contrario sumerge al niño en un mar de dudas, lo que normalmente lo llevará a ser un niño inseguro, con todas las consecuencias que ello significa. Esto se traslada a todas sus relaciones personales y sociales. Por lo que este niño se hace muy proclive al rechazo de sus pares. En el ambiente este niño ve reproducida innumerables veces la violencia en las formas de actuar, y él, por su parte, reitera la misma como forma de validarse.
En el campo que es motivo de este trabajo, nos damos cuenta de que el mismo patrón que se da en estos hogares, se presenta en la escuela y finalmente en todo el aparataje prejudicial y judicial, lo que lejos de invitar a un cambio en la forma de relacionarse, lo perpetua, con las consecuencias nefastas para ese niño y para la sociedad. Así es en gran medida.
Recapitulando, los rudimentos básicos de la habilidad emocional están en el conocimiento de los propios sentimientos y en el de los demás. Como ya señalé antes, la empatía es el paso siguiente.
La empatía es la capacidad que se tiene de conectar con los sentimientos de los demás, de manera de poder dejar de lado las propias perspectivas que se tienen de las cosas, para darles una mirada a través de las vivencias de lo que creemos tienen los otros. Tan básica es esta habilidad, que si se carece de ella, se está en la escalada de descalabros que conducen a la desintegración. Mediante ella una persona puede responder a un estímulo con una gama de posibilidades que no estaban en su propia esfera, lo que por si ya es benéfico. Pero por otro lado, al responder empáticamente a un estímulo externo, estamos dando al interlocutor la señal de que lo entendemos, lo cual suaviza notablemente cualquier eventualidad de conflicto, el otro se siente plenamente comprendido, por lo cual también puede hacer un esfuerzo por comprender la perspectiva del interlocutor, y así se puede llegar a una solución en caso de conflicto que deje satisfechas a todas las partes. Pero más allá de eso, abre las puertas hacia una comunicación fluida, que es un componente esencial de las relaciones sanas.
La empatía es enseñada desde la infancia, o no, y puede ser determinante para la vida futura de un individuo y de una sociedad en su conjunto. Por ejemplo, una persona que ha vivido en un medio que la ha tratado con empatía, normalmente va a actuar de esta misma forma frente a los demás. Llevado al plano de las conductas delictivas, me parece claro que una persona frente a la posibilidad de cometer un acto que cause daño a otro u otros, va a ser capaz de vivir anticipadamente la aflicción que podría provocar, lo cual es un contraestímulo que le permitirá abstenerse de cometer el acto dañoso.

B.- Escuela
La escuela es la segunda casa según muchos, y esto no sólo en nuestro país, sino casi en todo el mundo. Así es como las mismas herramientas de que un niño puede ser provisto en su hogar, pueden ser entregadas en los establecimientos en que recibe su educación formal. Esto teniendo especial consideración por el tiempo que los educandos permanecen en los establecimientos educacionales. Es de esta forma como las experiencias aprendidas en el hogar pueden ser reforzadas o corregidas, según el caso. La educación preescolar, primaria y secundaria no es la ocasión de enseñar sólo habilidades cognitivas, sino también de preparar a los niños para enfrentar exitosamente las situaciones de la vida.
En nuestro país se ha ido avanzando, los doce años de educación obligatoria, la reforma curricular, son sólo algunos ejemplos de la toma de conciencia de la importancia de la educación, la que hoy no tiene como objetivos solamente el “entrenamiento” de habilidades cognitivas y la preparación para la vida profesional, en cuanto entrega de conocimientos específicos para el ejercicio de un oficio o profesión. La compleja reestructuración que sufre la educación está estrechamente relacionada con la convicción de que la escuela debe entregar una educación integral, que abarca también el pleno desarrollo de habilidades psico-sociales, necesarias para el éxito en actividades que trascienden el espectro estudiantil.
Las relaciones que establece un educando en la escuela y a propósito de su formación, también pueden determinarlo en cuanto a su desarrollo psicológico, según su paso sea fructífero o traumático; una importante reforma en este plano, la constituye aquella que dice relación con la prohibición de reprobar a un niño de primero básico, reprobación que puede provocar a un niño desadaptación y frustración al ser segregado de su grupo.
En estos días se han manifestado los estudiantes, logrando ser parte de un proceso de reformulación del sistema escolar, principalmente de la enseñanza básica y media. Ellos están pendientes de temas específicos, pero lo que ha quedado muy en claro es que la educación en nuestro país debe ser objeto aún de muchas reformas, porque es uno más de los ámbitos que manifiestan y crean desigualdad social, un elemento determinante en la generación de determinados tipos de delincuencia. Uno de los reclamos que hicieron parte de la manifestación estudiantil, dice relación con la jornada escolar completa, ésta, al parecer, luego de ser implementada, perdió de vista sus intenciones iniciales. Los estudiantes reclaman recarga de trabajo como consecuencia de la jornada extendida, cuando esta extensión respecto al tiempo que antiguamente se permanecía en los centros educativos, podría ser usada muy útilmente en programas que realmente interesen a los estudiantes, y que sirvan para entrenamiento de habilidades para su desarrollo como personas.
Creo que una buena propuesta, y sobre todo ahora que se cuenta con el tiempo suficiente, es la de destinar parte de la jornada escolar al desarrollo de áreas que contribuyan al fortalecimiento de habilidades socio-emocionales, a través de talleres, por ejemplo, que impulsen a los educandos al conocimiento y comprensión de si mismos. Talleres de desarrollo de habilidades artísticas, deportivas, científicas, etc. Sin la finalidad de evaluar-comparar, como sucede con la actual educación impartida; sino con el objetivo de encontrar las potencialidades de cada uno de los alumnos. Esta nueva forma de entender el proceso formativo de los jóvenes, creo, está muy de acuerdo con lo que ellos esperan. Además es una forma de reencantar a los estudiantes con el colegio, y hacer de sus centros de estudio un lugar en el que quieran estar. La espiritualidad también es un área olvidada por casi toda la sociedad, así como también en la labor formativa; este ámbito debiera ser fortalecido en los centros educativos. Las clases de religión han sido lo más cercano a esto, pero ciertamente en la religión no se agota la espiritualidad, teniendo en cuenta sobre todo que hay muchos estudiantes que no profesan religión alguna. Creo que uno de los errores de la vida contemporánea está en la escasa importancia que se da al crecimiento espiritual, cuando éste es básico para la relación con los demás.

C.- Otros factores Protectores
Hay muchos otros planos desde los cuales se podría cooperar para prevenir la delincuencia. De todos modos, insisto en que la prevención que debe existir debe ir más allá del solo propósito de reducir la delincuencia como fin en sí mismo; como indiqué antes, la delincuencia es una manifestación más de problemas de otros órdenes. La base para la prevención está en la estructura misma de la sociedad, por lo tanto, si estas estructuras fueran modificadas, la delincuencia naturalmente tendería a la reducción. Los dos ámbitos señalados, la familia y la escuela, creo que son primordiales a la hora de intentar este cometido, por las razones que expuse.

Ventanas rotas
En el curso de esta investigación me encontré con una teoría sociocriminológica que lleva el nombre “Las ventanas rotas”, y me pareció un buen nombre para resumir muchas situaciones que dicen relación con el tema que he venido tratando. Con el ejemplo que dio nombre a esta teoría voy a explicar de qué se trata: Hay una edificación a la cual se le ha quebrado un vidrio, transcurre el tiempo y nadie reemplaza el vidrio averiado, con el paso de los días, algunos transeúntes que pasan por el lugar comienzan a destruir más vidrios, y nadie al parecer, se hace cargo de repararlos. El lugar toma cada vez más aspecto de abandonado, por lo que luego las personas comienzan a acumular basura en los alrededores, y comienzan a destruir otras dependencias circundantes. Esta teoría fue elaborada por George Kelling y James Q. Wilson , y se basa en la premisa de que “el crimen es el resultado inevitable del desorden” . “El crimen, en cualquier centro urbano, es mayor en las zonas donde prevalece el descuido, la suciedad y el maltrato a los bienes públicos. Una ventana rota en un edificio, si no es reparada pronto, es el preludio para que todas las demás sean pronto dañadas”. Esta tesis fue confirmada por experimentos hechos en distintos poblados urbanos, unos cuidados, y descuidados y sucios los otros, con resultados concluyentes.
Esta teoría está asociada en su origen a la famosa “Tolerancia Cero”, este último concepto, íntimamente relacionado con las “ventanas rotas”, como ya señalé, considerado en estos momentos por algunos como la clave para el control de la criminalidad, sin embargo, se ha desprendido “muy convenientemente” de las “ventanas rotas”.
Las “ventanas rotas” propuso que, mediante el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de un poblado, se produce una baja de la delincuencia, esto, con participación clave del hermoseamiento del entorno físico como una manifestación de esa mejora. Para los ideólogos, según mi parecer, bien intencionados, “el delincuente no es una especie de autómata, incapaz de dejar de cometer delitos, sino que es un individuo sumamente sensible a los cambios ambientales de su entorno inmediato. Por tanto, la mejoría en ese entorno es una mejor estrategia, a través de no tolerar las transgresiones menores, que perseguir los delitos mayores” . “No tolerar las agresiones menores”, sin embargo, es un punto con el cual planteo mi divergencia, por cuanto no creo adecuado ampliar la gama de delitos para obtener un mejor control de la criminalidad. Sobre esto en particular, creo que el control que ejercen quienes se ocupan de un entorno físico sin pretenderse dueños de él, es suficiente estímulo y contraestímulo como explicaré más adelante. No obstante, quienes convenientemente defienden la “tolerancia cero”, separada de la teoría asociada a ella en sus orígenes, son precisamente quienes siguen creyendo que los medios más idóneos de control de criminalidad son el aumento de la represión, el aumento de categorías delictuales, el aumento de penas, etc. sin hacerse cargo de esa parte de la teoría que la sustenta.
Sin embargo, hay muchas situaciones que literalmente y también metafóricamente se pueden asimilar al concepto que quiere representar “la teoría de las ventanas rotas”.
Y sigo insistiendo en el sentido común: las ventanas rotas son intercambiables por asientos averiados, muros pintarrajeados, etc., y en todas las situaciones se acumula basura alrededor. Eso mismo sucede a escala humana. En torno a una persona maltratada por la vida, que no es “rescatada a tiempo”, se tiene la percepción de que se la puede seguir enlodando infinitamente hasta que se parece a esas viejas calles que son de todos para ensuciar, pero de nadie que se haga cargo de limpiar o cuidar. Y no es paradojal que frecuentemente estas dos realidades se presenten juntas.
Reitero, ensuciar toma el significado de destruir, de degradar, y tal como suele suceder con esos lugares en que algún vidrio se ha quebrado, sucede con alguna persona que ha caído en alguna desgracia, por ejemplo un niño que es huérfano y que vaga por las calles o uno que vende flores en una esquina, uno que nace en el seno de una familia mal constituida. Todos usamos esas calles para degradarlas, así como los servicios que pueda prestar un niño como estos; pero no vamos al fondo, la “responsabilidad no es nuestra”. No nos molestamos en barrer más allá del frente de nuestra casa, así como tampoco nos molestamos en hacer algo más que entregar una limosna. Así como es más efectivo recoger el pequeño papel que se nos ha caído al suelo -o que se le ha caído a la persona que va delante de nosotros, si vamos a hablar de responsabilidad- que esperar a que todos se sientan con el derecho de lanzar el segundo, el tercer y cuarto papel, y luego la bolsa con basura y luego los escombros…, para después decir que es obligación de la municipalidad limpiar. Así se puede día a día ayudar a una persona que necesite de nosotros. Podemos enseñarle a leer a un niño huérfano que viva en nuestro barrio, invitarlo a tomar el té -más bien una leche- esas acciones tienen un significado qué va más allá de la inversión monetaria. Podemos darle a un niño una sopa en nuestra casa, igual que a todos los demás comensales, en un clima de alegría, y hacemos más por él que si le estiramos dos mil pesos de mala gana cuando nos vende flores. Dije más efectivo, no más fácil, efectivamente, valga la redundancia, es más fácil esperar que venga el camión municipal a llevarse los escombros; así como es más fácil desentenderse de todos los problemas y luego obligar al Estado a hacer cárceles más seguras, más grandes o a elevar las penas o crear nuevos delitos. No estoy comparando a las personas que están ahí con basura, estoy simplemente mostrando que la lógica que se está aplicando en este tema es la misma: “Yo no me hago cargo, pero tengo opinión para exigir comportamientos del Estado, de los políticos…, en fin, de los demás”.

Belleza:
¿A quién no le gusta lo bello? Esto tiene mucho que ver con “las ventanas rotas” y con la dignidad. Me viene a la mente una demolición que se hizo hace un tiempo en un lugar de Santiago que se llama “El Volcán”; la actual Ministra de Vivienda, Patricia Poblete, quien en más de alguna intervención ha hablado de lo necesario que es devolver espacios de dignidad a las personas más humildes; ordenó la recuperación de ciertos barrios, y esta demolición es parte de aquello. La aludida villa es objeto, junto con sus habitantes, de un estigma que le pesa, y como una forma de borrar ese estigma, se ha comenzado a mejorar los espacios públicos de ese sector; lo mismo se está haciendo en muchos otros lugares como política de gobierno. No estoy señalando que toda la delincuencia que se produce en nuestro país provenga de lugares como esta villa o tantos otros que solemos escuchar por los noticieros, pero sí es cierto que gran parte de los delitos que esos mismos medios indican como los de mayor connotación social, están asociados a poblaciones que tienen rasgos comunes con la que acabo de citar. Estos rasgos son el hacinamiento, la falta de espacios dedicados al esparcimiento, la falta de iluminación, en general, la mala calidad de vida de los habitantes de esos lugares. En cambio sí se puede asociar una mejor calidad de vida con índices más bajos de delincuencia. Un indicador de calidad de vida, según mi parecer, tiene que ver con la apariencia del entorno físico, y esto comprende una serie de aspectos, como la amplitud, la armonía de un lugar, la disposición del mobiliario, la existencia de áreas verdes, etc. Si alguien se ha quedado alguna vez atrapado en un ascensor, podrá tener apenas una noción de lo que es la vida de una persona que vive en una casa de quince metros cuadrados, con la salvedad que el que se quedó atrapado lo sufrió por unos momentos; una casa de esas dimensiones normalmente es usada por décadas por al menos cuatro personas, con un equipamiento que la hace aún más estrecha, desprovista totalmente de sistemas que aseguren intimidad respecto de los vecinos así como de los propios habitantes. Los orientales dan una importancia tremenda al entorno físico y aseguran que tiene influencia en la vida de una persona y de una comunidad, la ciencia del feng shui se refiere a esto, y da resultados. Pero no hay que ser expertos en cultura oriental para reconocer que esto es verdad. El Metro de Santiago es uno de los servicios mejor catalogados, y es al mismo tiempo, uno de los espacios de acceso público más cuidados por la población, aquí se cumplen plenamente las premisas de las ventanas rotas, el lugar que se ve limpio inspira la necesidad de mantenerlo en ese estado y desalienta a quien pretenda provocarle algún daño en este sentido. Y pese a que en el Metro se cometen delitos menores, la percepción sigue siendo que es un lugar seguro.
Por último, si los lugares de reclusión estuvieran inspirados en estas premisas, con seguridad serían identificados como lugares en los cuales es posible la rehabilitación. El hacinamiento, la suciedad, el desorden no son buenos para estos fines; pero sí los lugares en que se puede participar del ornato, de la limpieza, los lugares en que aún se da a las personas la posibilidad de expresar. En condiciones en que se dé un espacio digno para vivir. Aún en prisión las personas siguen siendo tales, por lo tanto, sí pueden crecer las cárceles, no para el cumplimiento de más condenas de más condenados, sino para convertirse en verdaderas oportunidades, el hacinamiento y la oscuridad no son compatibles con los propósitos que se supone tienen los actuales centros carcelarios.

Inteligencia social:
Esto es como un resumen de todos los demás aspectos. Tiene que ver con el hecho de que todos y cada uno de los ámbitos de la vida tienen efectos en los demás, por más que en un principio no se encuentre una relación entre unos y otros. Y esto no es una curiosidad, sino que deriva del hecho de la unidad de la personalidad humana. Los seres humanos están conformados por componentes materiales, intelectuales y espirituales, entre otros; una lesión en alguno de estos planos, implica, generalmente, un desequilibrio en esa unidad. Por eso es que la prevención de conductas delictivas es un tema que debe ser abordado como un asunto de política social, en el sentido técnico del concepto, en contraposición con el concepto de política criminológica. Pero al mismo tiempo, desde el punto de vista sociológico, la prevención debe ser una tarea que competa a la sociedad completa, y la manera en que creo que es posible es a través de procurar precisamente que en el desarrollo social todos tengan la posibilidad de expandir esas áreas de la personalidad que la constituyen como unidad. Adecuadas políticas que permitan la realización de los intereses materiales contribuyen a una parte de ese entero, y esto implica políticas de empleo, de distribución más equitativa de la riqueza, de seguridad social, etc. El desarrollo de las facetas intelectual y espiritual debe ser facilitado a través de mecanismos como los que he descrito anteriormente. Tanto en los planos que señalé detalladamente, así como de múltiples otras formas. Todo lo que contribuye a mejorar la calidad de vida, contribuye al mismo tiempo al desarrollo intelectual y espiritual, por lo tanto, a completar esa unidad que es el ser humano. En condiciones ideales en que la mayor parte de las necesidades humanas es satisfecha, creo que necesariamente los niveles de delito deben decrecer.
Hay muchas formas y medios de mejorar la calidad de vida, justamente la sociedad es la que tiene que afinar sus radares para captar cuáles son las modificaciones que se necesitan para contribuir a esto. Así como tiene que darse cuenta de que los modos de vida actuales no sólo importan los niveles de delincuencia que existen, sino que a una calidad de vida decreciente que cobra víctimas a diario, por enfermedades, por ejemplo, por bajo desempeño laboral o académico, etc. El disponer de mayor tiempo libre es uno de los contenidos de este cambio en calidad de vida, pues permite el desarrollo de intereses no económicos que tienden a generar bienestar personal. Hoy se vive una época en que precisamente se está dando más importancia a esto y por lo mismo es el momento adecuado para reformular muchas situaciones para adaptarnos a esas nuevas necesidades. Es así como se está dando una tendencia a nivel mundial a reducir las horas de permanencia en el empleo, y nuestro país no debe quedar atrás.
Si la sociedad en su conjunto es cooperativa en la labor de procurarse mejores niveles de vida, y quienes la dirigen están atentos a ello, y actúan en consecuencia; probablemente la delincuencia deje de ser el tema tan apremiante que es hoy. Por varios motivos, va a ser considerada un ítem que acusa otros problemas de mayor entidad, y por lo tanto, se la va a intentar combatir con herramientas totalmente distintas a las actuales. Finalmente, se la va a comenzar a considerar como el resultado de fallas en el nivel social y no como uno de sus causas. Todo esto se resume en la necesidad de aprender a vivir con auténtico sentido humanista.