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Capítulo V Realidad y Derechos Humanos

A.- Presente

Es un hecho que la comisión de conductas de carácter delictivo se presenta en todos los países del mundo; las motivaciones, por otro lado, pueden variar entre una realidad y otra, los delitos cometidos y sancionados también tienen que ver con las características propias de los pueblos. Si nos atenemos al acontecer nacional, podemos darnos cuenta de que, en nuestro país, en general, se observa una falta de motivación, una falta de sentido de la vida, falta de un sentido de pertenencia; eso se ve en los más reducidos núcleos de convivencia y se reproduce innumerables veces a medida que esos núcleos se van expandiendo. En cada estrato de la sociedad se puede captar la falta de proyección de las personas que lo conforman; y eso sí que es grave. Si no, basta con preguntar a alguien qué espera de la vida más allá de los siguientes diez días, qué cosas son la que lo mueven a seguir trabajando, por ejemplo. Y esa no es una realidad sólo de ciertos sectores de la población, sino que es un síntoma masificado de la falta de un norte que dé rumbo a la existencia. Entre las personas que trabajan, cuántas son las que realmente desarrollan con pasión sus labores…y cuántas no esperan ansiosas que termine la jornada, la semana, en fin, que lleguen las vacaciones. Y al mismo tiempo, tardan una jornada en completar un trabajo que requiere poco tiempo. No son casuales las estadísticas que sitúan a Chile como uno de los países con más altos índices de absentismo laboral, de problemas psicológicos, por ejemplo estrés y depresión, con altos índices de deserción escolar y embarazo adolescente. ¿Por qué y para qué a una niña de catorce años se le reprende por estar embarazada, si en su entorno ve sólo ejemplos de vida sin proyección de largo plazo? Quizás un hijo sea la mejor forma de evadir sus propios problemas, al tener que destinar su atención en un ser que la necesita. Con todos estos antecedentes, no es extraño que un niño se retire de la escuela a los diez años, porque, con los ejemplos que ve, tiene muy claro que hay que satisfacer las necesidades urgentes, y no tiene la capacidad de darse cuenta de que su opción sólo lo perpetúa en su situación actual, y no tiene a su lado alguien que lo induzca a tomar una decisión más madura. Estas últimas realidades son muy comunes en los estratos más desposeídos económicamente; así es que voy a dar ejemplos de otras situaciones que ilustran lo mismo, pero con un entorno más favorable en el campo monetario. Se trata de situaciones que se viven de una forma más reservada, pero que no por eso dejan de notarse. Los jóvenes irresponsables que conducen automóviles a gran velocidad y que no respetan su vida ni la de los demás, son claras manifestaciones de los problemas que vengo describiendo. Las carencias son notorias y múltiples, no existe el sentido de la responsabilidad, ni del apego a la vida; para qué hablar del grave problema de la drogadicción en los estratos altos…
Con este panorama, está de más decir que la comisión de delitos es sólo una arista del grave problema social que existe. Que no tiene que ver necesariamente con un problema de recursos económicos. Hacen falta recursos, pero de otra índole. Y no estoy culpando al Estado por ello, por cierto que tiene responsabilidad, pero la misma que tenemos todos los que nos sentimos comprometidos con nuestra sociedad.
De todo lo expuesto no es raro concluir que efectivamente la comisión de delitos está influida en muchos casos por carencias en cuanto a desarrollo personal. Pero esto no sólo se refiere a la persona que los comete. Basta una somera observación de la realidad para advertir que el entorno está lleno de ejemplos que revelan carencias en las personas, y por lo tanto, también en la elaboración de políticas de todo tipo que participan del entramado social; que además producen efectos tan nocivos como la comisión de delitos, pero cuyas carencias se pueden notar incluso mucho antes. A modo de ejemplo, la familia, que es el núcleo fundamental de la sociedad, como lo reconoce nuestra Constitución Política; en general, no cuenta con las herramientas para conseguir el óptimo desarrollo psicológico de sus integrantes. La desintegración familiar es clave para explicar los primeros indicios de desviación, que luego pueden conducir a la comisión de delitos. Así sucede con la escuela, el entorno en general; y dentro de lo que nos compete, con todas las instituciones relacionadas con el delito.
Por ejemplo, no tengo conocimiento de que los que participan en el sistema judicial, en el sistema penitenciario, etc., sean sometidos a capacitación para apuntar a los objetivos que se supone se persiguen con la implantación del sistema penal. Eso mismo se puede observar al advertir la falta de preparación de las personas encargadas de la rehabilitación. Y esa misma realidad, en fin, se repite en todos los espacios sociales.
Es muy sabido que en las condiciones actuales son pocas las personas que pueden elegir su fuente de trabajo, esto genera un desapego con la actividad que se realiza, que poco esfuerzo se hace en general para mejorar el entorno laboral, y menos todavía para conseguir que la organización en que se trabaja cumpla con sus objetivos. Por otro lado, los que eligen el área en que desean hacer carrera, también lo hacen por determinada formación personal, que no en todos los casos es la más acorde con el papel que se desempeña. Esto es especialmente sensible en los ámbitos que tienen relación con lesiones a los derechos esenciales, como el sistema penal.
Como lo describe Zaffaroni, y relacionado con las ideologías del sistema penal, en un ámbito territorial determinado coexisten diversas ideologías a veces contradictorias, pues el mismo discurso político y jurídico es desvirtuado y, en ocasiones, anulado por los distintos estratos que participan en su implementación. Esto es confirmado por el análisis de las realidades latinoamericanas, donde se estudia también el fenómeno motivacional de los que son parte del sistema.
Dentro del sistema penal existen subsistemas como el judicial, policial, y de ejecución; cada uno de los cuales tiene sus propios ideologías y métodos, cabe recordar que se trata de grupos profesionales estratificados, en los cuales hay diversas jerarquías muy frecuentemente poco permeables; además de la no menos importante realidad que las personas que constituyen el sistema provienen de distintas clases sociales, por lo tanto, el funcionamiento del sistema no es homogéneo, por la diversidad de los grupos que lo conforman.
La legislación de facto, “cierto grado de desconcierto político y criminológico” y tantos otros fenómenos, hacen que el discurso penal pierda gran parte de su eficacia. El discurso jurídico suele diferir del político y adoptar distintos contenidos, lo que hace frecuente la mezcla de elementos del idealismo retributivo y del peligrosismo positivista, como señala Zaffaroni 1
“En los segmentos policial y ejecutivo, se desarrollan discursos públicos que tienen tendencias moralizantes y pedagógicas, respectivamente, y en ambos casos con la consigna de la seguridad. Pero hay un discurso que se mantiene en reserva y que sólo se revela a los de confianza y que justifica prácticas extralegales o derechamente ilegales. “Estos discursos dispares no pueden ser coherentes ni mucho menos, porque su función es “poner distancia” con el fenómeno humano y “objetivar” al hombre (impedir que se lo perciba como persona), como también “centrifugar” responsabilidad sobre los otros segmentos (…)”

B.- Derechos Humanos

La implantación de todo sistema penal dice directa relación con los derechos humanos, en cuanto se establece como una forma de garantizar derechos esenciales reconocidos tanto a nivel mundial como nacional. Y no sólo los derechos de los procesados, de los inculpados y de las víctimas, sino de todos los que, de una u otra forma, participan del sistema.
El sistema penal a la vez que garantiza derechos humanos, es lesivo de los mismos, en función de proteger el orden. Esto es más grave en los países menos desarrollados, donde, además de que los sistemas penales no están adaptados a su realidad contemporánea ni geográfica, se produce el fenómeno de ideologías subyacentes, que a propósito niegan la calidad humana de los que son objeto de detenciones, procesamientos y condenas.
El reconocimiento y respeto de los derechos humanos es la base de un estado de derecho. El Estado es el organismo encargado de velar por el reconocimiento y respeto de estos derechos. Por los derechos de las organizaciones intermedias, de la familia, y, como requisito sine qua non, del ser humano. Esto es de la esencia del Estado, y es lo que le da legitimidad. Para llevar a cabo este importante cometido no puede ignorar la base misma de su organización, que es el individuo, cuyo desarrollo integral no puede realizarse sin un conocimiento profundo de su naturaleza humana, que es la que lo distingue de los demás seres que pueblan el planeta, a la vez que da fundamento al Estado mismo. El ejercicio de los Derechos Humanos, entonces tiene como requisito ineludible el conocimiento del ser humano.
Si bien es cierto que en virtud del principio de subsidiariedad, en nuestro país el Estado sólo debe realizar las actividades que los grupos intermedios no pueden o no quieren satisfacer por sí mismos, está establecido en la propia Constitución Política, en las Bases de la Institucionalidad, que su finalidad es promover el bien común, para lo cual debe contribuir a crear las condiciones sociales que permitan a todos y a cada uno de los integrantes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y material posible, con pleno respeto a los derechos y garantías que establece (art. 1 C.P.R.). Por otro lado, la misma C.P.R. en el Nº 1 del artículo 19 señala como garantía constitucional el derecho a la vida y la integridad física y psíquica de la persona.
El deber del Estado, entonces no se agota, a este respecto, con la implantación de un cierto sistema penal, porque de esta manera sólo cumple una parte de su cometido; por cuanto cubre una parte de las necesidades de seguridad de la población. Se adivina además la insuficiencia de medidas para garantizar a las personas su bienestar, en tanto se constata que justamente la gran mayoría de quienes componen las poblaciones penales, o que están prontos a entrar a ellas, son personas que no cuentan con las herramientas para su desarrollo en cuanto individuos dotados de espiritualidad y necesidades materiales por satisfacer.